Ser mamá no es un camino sin dificultades, a pesar que muchas veces prefiramos negarlo.
Cuando nace el bebé, varios cambios considerables son vividos por la reciente mamá. Desde no tener esa panza adorada que la acompañó durante meses, cambios hormonales y emocionales de la gran responsabilidad de tener un bebito que depende 100% de ella misma, del cambio que eso implica en la vida diaria de la mamá, de no saber ciertas cosas que parecen ”que se deben saber” como poner un pañal, saber porque llora el bebé, limpiar el cordón, alimentarlo.

Permitirse pedir ayuda
Todo de a poco se va aprendiendo, disfrutando, sabiendo. El comienzo es un torbellino que al pasar las semanas se va relajando y serenando.
Pedir ayuda, tener gente cercana que nos dé una mano en cosas puntuales y sencillas como pedirle a la abuela si nos puede cocinar y tener algo rico para comer en la noche, que una amiga nos visite, charlar un rato y hasta aprovechar que está para bañarnos tranquilas, si tenemos más chicos, dejar con alguien de confianza al bebé y organizar algún programa, aunque sea corto, con nuestros otros hijos, y porqué no un café con nuestra pareja en un lugar cercano a casa.
También acercarnos a mamás que estén viviendo una etapa similar a la nuestra puede ser muy rico y contenedor. Compartir experiencias y vivencias en espacios de grupos de postparto coordinados por profesionales idoneos.
Solas, todo no podemos. Si nos sentimos sostenidas, si estamos acompañadas y queridas vamos a poder sostener mucho más a nuestro bebé, que tanto necesita de nosotras.